Relato de época: Los huesos de Actea.

Acababa de llegar a mi apartamento de la excursión que la Facultat de Geografía i Història de la Universitat de València, donde curso mi segundo año de carrera, había organizado. Por fin la directiva había accedido a hacer esta excursión, a alguno de nosotros nos ayudaría a terminar o a ampliar algunos campos del proyecto final de carrera. Así pues visitaríamos varios yacimientos alicantinos, tales como Lucentum, La Illeta dels Banyets y El MARQ, el nuevo Museo Arqueológico Provincial de Alicante.

Mientras que buscaba el móvil en la mochila, me encontré el bolsillo del interior abierto y dentro de éste un tesoro, ese que esa tarde me llamó pidiéndome con un destello de luz que lo rescatara de seguir semienterrado en la arena de Lucentum mientras todos escuchábamos como era el día a día de los romanos que vivieron allí. Se encontraba a un lado entre el ayuntamiento, el banco y el templo y puesto que en mis genes llevo el afán por descubrir, me picó tanto la curiosidad que fui directa como las polillas van a hacía la luz. Me cercioré de que no me viese nadie y tiré de él con mucho cuidado limpiando a su vez los bordes para poder desenterrarlo sin que sufriera ningún percance. Tuve mucha suerte ya que salió de una vez. No entendía por qué nadie se había dado cuenta de que esa belleza estaba ahí. Limpié los trozos de tierra incrustados. Era una pulsera muy sencilla, parecía ser de cobre y como si de un ojo se tratase llevaba incrustada en el centro una piedra ovalada de color verde oliva claro. Justo cuando la iba a guardar una corriente de aire me golpeó cegándome por unos instantes con la arena que la acompañaba, quise creer que no era nada importante y restándole importancia la guardé. Mi grupo se había detenido en una de las entradas de las termas, el guía continuaba explicando que allí vivió alguien importante llamado Marco Popilio Onyx, un liberto acaudalado que antes fue esclavo y el cual tras su libertad y el pago a la hacienda local y otros, emprendió el negocio de las termas públicas invirtiendo en ellas y ampliándolas. También construyó un templo, y todo ello para llegar a ser sacerdote del culto imperial. Debido a que a comienzos del año hice un trabajo sobre él, mi atención quedó desviada por completo a la reliquia antigua que llevaba guardada en mi mochila, deseaba llegar a casa cuanto antes y limpiarla en profundidad.

Una vez sentada en mi mesa de estudios en el apartamento, comencé con el proceso de limpieza para estos tipos de descubrimientos, suerte que mi padre es un arqueólogo con muchos años de experiencia y gracias a él aprendí el arte de manejar y limpiar tales maravillas, eso sí, con mucho cuidado. A cada paso que daba sentía un nudo en el estómago. Poco a poco se iba descubriendo una preciosa cadena de cobre trenzado terminada en un nudo a ambos lados de la piedra aunque en uno de esos lados había un pequeño enganche y un cierre. Era la pulsera más hermosa y sencilla que había visto en mi poca existencia y la tenía en mis manos. Sabía que estaba mal lo que había hecho al llevármela sin decir nada, pero no lo pude evitar. Sentí otra pequeña brisa, miré a los lados, estaba todo cerrado y aunque me pareció muy raro, lo dejé pasar. Volví a la labor de buscar el móvil hasta que al fin lo encontré, mandé un mensaje a Jose, mi novio, para que me recogiera en una hora y me dispuse a darme una relajante ducha.

Después de disfrutar de una cena tranquila en uno de los restaurantes de La Rambla Méndez Núñez, emprendimos camino a la casa de Jose. Una vez llegamos no me dio tiempo a darle las buenas noches ya que me quedé dormida nada más poner la cabeza en la almohada.

Hacía mucho calor y viento, oía como los arboles protestaban de fondo. Me incorporé y fue cuando me di cuenta de que la cama era más dura de lo normal. La oscuridad y la escasa ropa que se pegaba a mi piel sudorosa me hacían intuir que no estaba donde debía estar. Poco a poco la visión se tornó más clara y distinguí que era una tienda de campaña un tanto antigua, fui a levantarme cuando una mano me paró en seco.

— ¿Dónde vas? Como salgas te van a matar. — susurró una chica con cara asustada.

— ¿Qué?— dije elevando un poco de más la voz.

— ¡No chilles!– tiró de mí y caí a su lado y un sonido de cadenas rompió aún más el silencio.

— ¿Ves?—señaló las cadenas que tenía en sus pies. — Sé que eres nueva. Mira, por las noches no se debe de oír nada, aquí hay unas normas y tienes que cumplirlas, no quiero que me fustiguen de nuevo.

Al mirar a mí alrededor vi que estábamos todas las chicas apresadas. Una gran angustia recorrió mi esófago y el aire comenzó a escasear por momentos. Empecé a hiperventilar cuando un destello de luz verde interrumpió tal angustia, procedía de una de las correas que sujetaban las alpargatas que llevaba puestas, era la pulsera que me encontré en Lucentum y con sigilo la saqué. Observé que tenía muchos más detalles definidos.

— ¿Se puede saber qué haces despierta Actea?— alcé la vista y vi a un soldado mirándome, me quedé en shock al verme más de cerca en el filo de su espada, ya que la chica que vi reflejada no era yo y de forma inmediata todo se volvió negro.

—Gala despierta. Gala cariño me estas asustando. — Oí de fondo a Jose muy angustiado

Le tranquilicé diciéndole que era una pesadilla y que volviésemos a dormir, aunque no se me quitaba de la cabeza la cara de horror de esa chica en el filo de la espada.

Nos despertamos por los rayos del sol filtrados por la persiana a medio subir y tras desayunar nos fuimos a la playa de la Albufereta, exactamente a la zona rocosa entre la playa y el Club Náutico, justo donde aún se conservan los restos de las que fueron las piscifactorías de los pescadores en el siglo I a. C. Sentados debajo de un árbol me quedé hipnotizada con las brillosas aguas del mediterráneo y en cuestión de segundos una sucesión de visiones fueron llegando. Cada vez se volvían más reales, tanto, que volví a ser la chica sudorosa y sucia de anoche.

— ¡Esclavas! Vuestro Domine Portius quiere sangre en la arena. Así que esta noche os quiero ver luchar de verdad. —Dijo un soldado riéndose mientras que yo cerraba los ojos.Gladiatrix11

Cuando los volví a abrir me encontraba apretando un trozo de tela en mi muslo derecho, la alcé y vi un corte no muy profundo y con sangre seca. Entonces supe que Actea fue una gladiadora. Con sigilo intenté asomarme a los barrotes de hierro que hacían de puerta, cuando de pronto el soldado apareció.

— Actea—

—Sí. —Dije casi sin pronunciar.

—Aparta. Hay que darse prisa para poder irnos. He conseguido la casa que te dije al norte de las montañas en Terni. No puedo soportar más verte así.

Una nueva visión me trasladó, nos encontrábamos entre montañas en una casa con un gran terreno.

— ¡Cuidado Marco que va Gala! — Le avisé de que nuestra hija de unos dos años, con una larga melena morena corría hacía él. Éste la alzó y la dio varias vueltas mientras los dos reían. Me sentía feliz, ahora sabía que ella fue feliz.

Mi visión volvió al día en el que, mientras compraba harina, me apresaron unos campamento-romanoromanos y me llevaron de vuelta con el Domine, el cual me dijo que mi familia había muerto. Tras pasar varias angustiosas semanas, logré escapar por donde nos habíamos fugado la vez anterior, corrí como pude por mitad de Roma hasta llegar a la bodega de un barco que iba a zarpar. Tras llevar días sin comer, los temblores y la inconsciencia se apoderaron de mi cuerpo. Pasé por varias ciudades como Massalia y Narbo.

El alba, pescados mugrientos, desechos humanos… fueron la compañía con la que me desperté en la casi inconsciencia, cuando escuché por la voz de un pescador que habíamos llegado a Lucentum. Bajaron un barril, supuestamente lleno de aceite, pero lo que nadie sabía es que dentro estaba yo. Anduve sin fuerzas hasta que llegué a un puesto de pescadores y me desvanecí. La mujer de uno de ellos me cogió a tiempo y me llevó a su casa. Tras varios días sin mejora, los calambres y espasmos que recorrían todo mi cuerpo cada vez eran más fuertes. Nada se pudo hacer y todo a mí alrededor se volvió por última vez negro.

Mi visión se fue adaptando de nuevo al horizonte del mar mediterráneo, pero entonces Actea, que tenía otro cometido, se presentó ante mí en un haz de luz.

—Ayúdame. Ayúdame a descansar en paz. — Y se evaporó.

Sentí como me zarandeaban pero caí en la inconsciencia y a los pocos minutos desperté.

—Estoy bien. — Le dije casi sin ni siquiera convencerme a mí misma.

—Me estás asustando mucho últimamente. ¿Sabes que has estado hablando en latín? No parabas de repetir, Adjuva me. Me Custodes.Me dijo con cariño mirándome a los ojos —Venga, vámonos. — Recogió todo y nos fuimos en silencio a su casa.

Cuando llegamos le hice sentarse y le expliqué todo con calma. Al principio se quedó sorprendido pero después lo entendió.

—Por eso has dicho eso, de por sí, no parabas de balbucear palabras en latín…Ayúdame, ayúdame a descansar en paz, eso es lo que estabas diciendo antes de caer inconsciente.

Sabiendo todo esto y tras hablar con el responsable del hallazgo de los cien cuerpos, que exhumaron de lo que fue Lucentum, pudieron dar con los huesos de Actea, ya que di las características que fueron clave. Hice memoria y tras recordar el nombre de la población que dijo Marco, Terni, conseguí ir a Italia. Descubrimos que el Domine mintió. Marco y su hija no fueron asesinados ni apresados y lograron salir adelante alzándose con un negocio vinícola, además de que en memoria de Actea, pusieron su nombre a la villa donde siguió su legado; Villa Actea. Pero no quería dejar ningún cabo suelto y después de firmar muchos papeles, tras varias semanas, logré juntar sus huesos junto a la pulsera, a su marido y a su hija. Les di el descanso que se merecían. Con todo mi cariño hice mandar grabar en sus tumbas la siguiente oración:

Hie siti. Actea, Marco et Gala. Tandem” (Aquí yacen. Actea, Marco y Gala. Por fin).

 

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2 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Anónimo dice:

    Increíble, que bueno y que imaginación. Además de una gran investigación histórica.

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    1. Muchísimas gracias, con comentarios así animan a seguir escribiendo.
      Un gran abrazo.

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